4 de abril de 2010

Centauros del desierto (The Searchers)

Que el cine tiene una enorme e impagable deuda con John Ford, es algo que ni siquiera debe decirse, ni mencionarse, sabemos que existe, al igual que el secuencial paso de las estaciones, la elíptica de la tierra alrededor del sol o la influencia de la luna sobre las mareas. Hoy homenajeamos a un cineasta gigantesco, y lo hacemos a través de su más lograda producción, a través de la “PELÍCULA”, con mayúsculas, Centauros del desierto (The Searchers).


Se ha dicho en diversos medios y por diferentes personas que es la mejor o una de las mejores cintas que jamás han existido, desde luego es la principal película de género “del oeste” (western) jamás rodada, sólo se le puede comparar la también mítica “Dos cabalgan juntos”. Igualmente se ha mencionado su tremenda influencia en el cine posterior, la innovación que supuso su forma de rodar, sus planos, la manera de abordar un magnífico guión, la genial interpretación de su protagonista, o la facilidad de Ford para emocionar o divulgar sentimientos con un simple encuadre, con un fugaz primer plano de la mirada de John Wayne y de su rostro aparentemente inexpresivo, pero que tanto y tanto expresaba.

Basada en la novela The Searchers, de Alan Le May, adaptada genialmente por el guionista habitual de Ford, Frank S. Nugent, muestra desde el primer plano un tono épico y de belleza inusual, utilizando los encuadres largos para que el espectador sea consciente de la inmensidad del lugar, de lo pequeños que son los protagonistas ante la rudeza y salvajismo del entorno. Filmada en impresionantes escenarios naturales como Monument Valley o Bronson Canyon, Utha y California, respectivamente, y en Colorado, minimiza las secuencias grabadas en interiores (en los RKO Studios). Usa también de todos los recursos para dar ese sorprendente ritmo, esa cadencia que evita que decaiga el relato (voz en off, por ejemplo), saltos de lugar para conseguir dejar patente el paso del tiempo, etc.

Su argumento se desarrolla durante cinco años (1868-1873) en la inmensidad del territorio de Texas, aparte de los estados adyacentes, y comienza con la llegada de Ethan (John Wayne), un ex luchador de la de la guerra civil, a la granja de su hermano y su cuñada, donde la felicidad aumenta por el reencuentro con este solitario perdedor. Allí están también las sobrinas de Ethan, que tanto y tanto protagonismo tendrán, una por ser violada y asesinada, la otra por el hecho de convertirse en la excusa para que el principal protagonista se lance a una búsqueda plena de salvajismo. El ataque a la casa por parte de una partida de comanches, el asesinato del hermano y la cuñada, de una de sus sobrinas, el rapto de la pequeña Debbie, lanzará a una locura sin par a Ethan, que acompañado de una partida de rescate iniciará una persecución plagada de odio, racismo y villanías. El grupo perseguidor se irá disolviendo poco a poco, regresando los integrantes a sus hogares, salvo nuestro Wayne, impávido ante el homérico reto que supone encontrar a su pequeña sobrina, pero sobre todo por el ardiente deseo de venganza; sólo se quedará a su lado Martín (Jeffrey Hunter), una especie de conciencia, de freno, de ángel bueno que intenta equilibrar la locura de Ethan. Para la iconografía del cine quedan las míticas escenas, los planos memorables, los rostros plenos de dolor, asco, bajeza, pero también de amor, de piedad, de deseo. Inolvidable la turbia mirada, mezcla de lástima y desprecio, pero también de desesperanza, de John Wayne ante los despojos en que se han convertido unas cautivas blancas en manos de los indios, consciente de que lo que verá en su sobrina, el objeto de su desesperada búsqueda, será algo así. También muy bien susurrados los ocultos sentimientos que motivan al protagonista, el inconfesable deseo de tener algo como lo que disfruta su hermano, la igualmente soterrada avidez por poseer una esposa como su cuñada, si no ella misma, o el ansia de ser el padre de sus encantadoras sobrinas. Perfecta película poco comprendida en su momento, al igual que otras que conforman el mundo fabuloso del cine y que tuvieron una tibia acogida en el momento de su lanzamiento. Os dejo con un tráiler que demuestra en unos segundos casi todo lo que atesora esta producción genial, que tuvo su estreno el 13 de marzo de 1956 (EEUU).
TÍTULO ORIGINAL: The Searchers
GÉNERO: Western
PAÍS y AÑO: USA-1956
DIRECTOR: John Ford
GUIÓN: Frank S. Nugent
MÚSICA: Max Steiner
FOTOGRAFÍA: Winton C. Hoch
PRODUCTORA: Warner Bros. Pictures
REPARTO: John Wayne, Natalie Wood, Jeffrey Hunter, Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr., Hank Worden, Walter Coy

1 comentario:

  1. En mi opinión, Charles, ésta fue la mejor película del oeste que se filmó nunca. Guion magnífico, escenas y montaje perfectos, historias perfectamente encajadas y el ambiente conseguido. Y John Wayne, claro...

    UN saludo y feliz fin de semana. He disfrutado leyendo tus reseñas. Lo que pasa es que tengo poco tiempo para deleitarme unas horitas con tu blog que es lo que me gustaría.

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